Recuerdo esa noticia de las bandadas de aves que empezaron a anidar en las pistas de despegue y aterrizaje de aeropuertos. El mal las desorientaba, pero en ningún momento alguien pudo explicar por qué aquella desorientación las llevaba a ese lugar a compartir nido con esos «pájaros de acero». Tarde, por cierto, las aerolíneas y las concesionarias de los aeropuertos entendieron que debían actuar. En distintos lugares aplicaron soluciones tan variadas como ocurrentes. Por supuesto, lo primero fue la disuasión: recuerdo que utilizaron un mecanismo de ondas sonoras que ayudaban a despejar las pistas. El problema fue que las aves no se alejaban por mucho tiempo —tenían sus huevos allí y no los iban a dejar solos—, pero también esas ondas afectaban a pasajeros y personal. Después vino la coerción: echaban veneno con alpiste, trajeron depredadores para controlar «la plaga» —así se le conoció en los medios, no faltó el toque bíblico en algunos matinales—, a veces fumigaban con no sé qué tipo de polvo amarillo. Medidas desesperadas que empeoraron la situación: serpientes y aves de rapiña atacaron al personal en la losa, algunos intoxicados por efecto de los químicos y, claro, las aves parecían aumentar en número. Al final, llegó la masacre: destrucción de los nidos, muerte de polluelos y aves mayores. Pretendían exterminarlas, simplemente. Algunas organizaciones animalistas entraron en la trifulca contra la matanza. Contrario a lo que, asumo, imaginaron los ideólogos de estas soluciones, las aves no se alejaron. Más y más pájaros de toda clase se asentaron en aeropuertos y, poco a poco, los despegues y aterrizajes fueron disminuyendo. Los primeros accidentes ocurrieron, lejos de todo pronóstico, a causa de balazos descargados por algunos entusiastas que llegaban a cazar aves y así contribuir con el despeje de pistas. Ni esto impidió su aumento. Al cabo de unos meses, varios vuelos reportaron bandadas de aves en las rutas aéreas. Muchas entraban de manera directa en las turbinas y hacían caer los aviones. El mal hizo de las aves, antes cautelosas, ahora temerarias.